Recientemente, en especial desde la pandemia, nos reencontramos con algo que habiamos dejado de lado quizá injustamente, todos los avances tecnológicos nos hacían pensar que la virtualización venia para quedarse, ocupando espacios insospechados. Juegos virtuales, conectados remotamente, copaban el mercado del entretenimiento, las nuevas generaciones de niñas, niños y adolescentes interactúan ágilmente a través de estos sistemas informáticos, pero, algo estaban perdiendo y que hoy podemos entenderlo, nada sustituye las interacciones en vivo y en directo, estar físicamente cerca nos permite enriquecer nuestra percepción y aprendizaje. Hoy vemos como los juegos de tableros son la nueva moda, revitalizada por una comunidad joven vibrante, diseñadores, creadores, nuevas oportunidades para retomar esta maravillosa herramienta de interacción, aprendizaje, colaboración y reflexión.
Compartimos una entrevista reciente al Gustavo Makrucz, doctor en Salud Mental Comunitaria titulada "La ausencia del juego en la calle muestra la pobreza de la vida comunitaria" (Página 12), que entre sus pasajes nos deja reflexiones notables tales como:
--Jugar es fantasear en un mundo real, diría Freud.
Puede ser, aunque me gusta o me parece más inquietante la frase de Nietzsche: “la madurez del hombre es haber reencontrado la seriedad que de niño se tenía al jugar”.
--¿Por qué?
Porque jugar implica infinidad de cosas: derroche, liberación de energía, placer y aventura, exploración y transgresión. A veces competencia, aunque mayormente no sea lo más importante.
¿Cómo podemos relacionar el juego y la matemática? Podemos decir, pensar que el resolver un problema, es un juego en sí, claro, puede ser un juego individual, al mismo tiempo que colaborativo, y por qué no, con un final abierto.